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De vuelta a casa de Clare Tgb



Resopló y se sacudió el bloque de nieve que acababa de caerle en el hombro. Llevaba caminando lo que parecían siglos, y arrastrar sus enormes maletas tras de sí no ayudaba a llevarlo algo mejor, precisamente. Las botas de tacón tampoco habían sido la mejor elección: la suela se resbalaba en el hielo del camino, y la parte de arriba de la caña estaba llena de gotas de agua y copos de nieve a medio derretir. Se le colaba por las pantorrillas y estaba helada hasta los huesos, pero tenía que seguir caminando.


Se encontraba literalmente en medio de la nada.


Se maldijo a sí misma por haber accedido. Tenía las Navidades planeadas en la ciudad; iba a hacer una cena con sus amigas, a abrir los regalos del Amigo Invisible en casa de una de ellas, e incluso sabía a quién quería besar al caer la medianoche en la fiesta de fin de año.


Y sin embargo aquí estaba, andando más de dos kilómetros con las botas hundidas hasta las rodillas en la nieve, arrastrando todas sus cosas en las maletas, en una acción que iba contra todos sus principios, y todo por una llamada de teléfono. La más inesperada de su vida.


Después de seis años sin escuchar su nombre en voz alta, su cuñado la había llamado. Su madre había fallecido, e iban a celebrar el funeral en la intimidad familiar. Le pedía que pasara las Navidades con ellos, e hiciera acto de presencia en el funeral. Que dejaran, por fin, sus diferencias atrás.


Se colocó un asa del bolso que se había descolgado de su hombro, y apretó el paso los últimos metros hasta la verja de la finca. Una vez más, en casa de sus padres por primera vez en más de diez años, se armó de valor para cruzar la verja y acercarse a la puerta principal.


Sabía que hacía tiempo que su madre no vivía allí, y que ahora lo hacía su hermana, pero no podía evitar sentir cierto apuro. Con los regalos que había comprado en mente, entró en la casa, encontrándola distinta que como la recordaba. Había luces y adornos por todas partes, y varias fotografías de su hermana y su cuñado con dos preciosos niños llenaban las paredes. De los antiguos retratos de sus padres no había ni rastro.


Pensó que de ella tampoco habría mención, cuando al dejar las llaves en el mueble del recibidor vio un antiguo marco de madera con una foto descolorida. En ella, las dos hermanas se abrazaban mientras su otro hermano intentaba robarles las coronas de flores del pelo. Estaban los tres, de niños, el momento congelado para siempre en el tiempo.


Solo entonces se dio cuenta de cuánto les había echado de menos.


Se armó de valor y entró en el salón, de donde le llegaban las voces infantiles de sus sobrinos. La familia, que en ese momento estaba colocando la estrella en lo alto del árbol, se dio la vuelta para mirarla.


Las dos hermanas se sonrieron, después de tanto tiempo.


⏤Bienvenida ⏤dijo la mayor, con la estrella en la mano.


⏤Feliz Navidad ⏤contestó ella.




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